domingo, 25 de septiembre de 2016

El origen divino de las plantas, Fornacalias


En el imperio romano los festejos relacionados con los cereales no se limitaban en el tiempo a las Ceralias sino que se prolongaban durante todo el año. En mayo los festejos de las Vestalas,  en honor a la diosa Vesta, protectora del hogar, se celebraba el momento de la recogida de la espiga para fabricar la Mola Salsa, una mezcla de harina salada con agua que se utilizaba en los rituales. En diciembre la Saturnalia Sigillaria se ofrecían presentes de velas  y figuras hechas de pan. A finales de enero las Feriae Sementivae se ofrecían panes y pasteles a Ceres para que protegiese las semillas. En febrero las Fornacalia estaban relacionadas con la torrefacción de los cereales. La tradición romana de proceder al tueste del grano antes de su molienda, tal y como se realiza con el gofio,  esta bien descrita.  Es clásico el pasaje de Virgilio en el que  describe a Eneas desembarcando en las costas de África procediendo a moler y tostar el trigo como primera comida en tierra. Describía Verdière [i] que cuando no había molinos se procedía a machacar los cereales en un mortero antes de confeccionar la polenta de tal forma que el panadeo fue de introducción relativamente tardía en el imperio romano.
        Hasta finales del siglo XIX el 70% de la economía familiar estaba supeditada al cultivo del cereal. Las alhóndigas o graneros se constituyeron desde sus inicios en una garantía de supervivencia por lo que no es de extrañar que los ayuntamientos surgidos con el nuevo régimen en el siglo XIX tuviesen como base de su organización esta misma estructura.



Los pósitos tuvieron su origen en estas alhóndigas de la edad media que tenían por finalidad el panadeo de los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela.
Según el informe de la Agricultura Agraria de 1849 y la visión de José María de León y Falcón [ii] los pósitos en Canarias se debieron a una Real Cédula de 15 mayo de 1584, con auge en el siglo XVIII (Real Decreto de 16 de marzo de 1751) cayendo en descrédito y desaparecieron con los gobiernos liberales del siglo XIX que fracasaron en su intento de transformarlos en montepíos o bancos rurales.
        La depreciación que sufría la moneda, sobre todo en épocas de crisis, convertía al grano en la herramienta de cambio y a los pósitos en auténticos bancos de la época. Se sucedieron en antigüedad los de La Guancha, el Realejo de Arriba, Los Silos, Barlovento, Los Llanos, Buenavista, Icod, Garafía, Vilaflor y la Galga. La Real Célula de 1608 le dio un nuevo impulso y se contaban 21 pósitos en Tenerife, 5 en Las Palmas, 13 en La Palma, 3 en Lanzarote y 3 en Fuerteventura.  En 1662  fue fundada la alhóndiga en Tejina como una iniciativa vecinal y eclesiástica tras la crisis del vino. Esta Obra Pía se constituyó como Arca de la Misericordia.




Hasta 1751 los pósitos estuvieron a cargo de los Cabildos, luego hasta 1792 de los Capitanes Generales, hasta 1835 de los Regentes de la Audiencia, pasando luego a las Diputaciones Provinciales y por último a los Gobiernos Políticos. Si en un principio tuvieron por finalidad de  obtención de pan con un fuerte carácter social pronto actuaron de sementera llegando a dedicar la tercera parte de los fondos a estos menesteres. Los préstamos de grano, que precedían a la siembra, estaban gravados con intereses denominados creces consistente en medio celemín o almud por fanega de trigo (4,16 % de interés) lo que provocaba un progresivo endeudamiento del campesino con las reiteradas malas cosechas. En el caso de Tejina su capital no podía exceder de 150 fanegas que en 1757 se elevó a 200, diez veces inferior a la que en esa época tenía el pósito de Vilaflor [iii], siendo los intereses a pagar a razón de almud y medio por fanega. Los beneficios se destinaban a la mejora del templo parroquial [iv].
En Tejina en 1664 ya se había construido la casa panera en un solar donado por Dª Jacobina Werterling de Ocampo mujer de Bernardo Lercaro y Justiniano segunda generación de este apellido afincado en la isla. Este acto  fue ratificado por su hijo Ángel Lercaro Justininano y por su nieto el coronel Diego Lercaro Justiniano. Se  emplearon para la construcción de las puertas y ventanas la madera del lagar de Hernán Gómez, al que acordaron en pagarle con dos fanegas de trigo. La vinculación del apellido Lercaro con la casa panera y con Tejina se mantuvo hasta el siglo XIX como manifiesta el testamento de Gregorio Suárez y Morales adquiriendo el molino y el cubo de la Tejinetilla a Antonio Lercaro.




En los últimos años y según relato del párroco José Nicolás de León la alhóndiga de Tejina no era más que un edificio pobre y viejo, que contaba con dos plantas  o salas aptas : “la una que es alta para guardar los granos [….] y la baja para depositar los cadáveres […], que no es posible colocar en la capilla del cementerio […] , porque la distancia a la que se halla de la parroquia es considerable. El Prebendado Pereira y Pacheco, amigo personal de José Nicolás de León, aclaraba que “frente a la Iglesia parroquial, en la plaza, está la casa que servía en otro tiempo de alhóndiga; de mal aspecto y poca comodidad. En ella celebra sus juntas el ayuntamiento”. Los gobernantes solían reunirse en la parte alta pero con el tiempo se hicieron fraudulentamente con las llaves y desalojaron también la parte baja en donde “se custodiaban también varios despojos y maderas”. En esta parte baja se instaló la secretaría y otras dependencias consistoriales, así como, “una taberna pública donde se despachan licores y demás por el alcalde, en unión de una mujer desconocida con la que vive y el señor juez que le autoriza para ello”. El escándalo fue importante porque esta actitud privaba a la Iglesia del control sobre el edificio y los vecinos de Punta del Hidalgo sin el cuarto donde depositar los cadáveres antes de trasladarlos a la Parroquia de San Bartolomé para celebrar las exequias en su honor.[v]




La molienda siempre fue una actividad paralela al almacenamiento del grano tanto para la obtención de la harina como para el gofio alimento esencial del canario obtenido tras el tueste del grano. Una actividad que se ha mantenido muy arraigado en nuestras costumbres como nos lo recuerda la Danza  del Trigo que bien debería llamarse la Danza del Gofio de Cho Juan Perenal, con demostradas vinculaciones sefardíes [vi].
Cho Juan Perenal tiene un arenal
Con grano de trigo lo quiere sembrar
Lo siembra en la cumbre lo coge en la mar
Ansina lo siembra Cho Juan Perenal
Ansina ponía su pata en la mar
Ansina se enseña mi danza a bailar
Ansina lo escarda Cho Juan Perenal
Ansina lo enfeja
Ansina lo carga
Ansina lo bota en la era
Ansina lo trilla
Ansina lo aventa
Ansina lo enjecha
Ansina lo cierne
Ansina lo tuesta
Ansina lo muele
Ansina lo amasa
Ansina lo come


El alejamiento de las Canarias siempre supuso dar prioridad  a todos los aspectos relacionados con la subsistencia, lo cual se mantuvo en nuestras creencias religiosas y en sus manifestaciones populares. Nuestra cultura del cereal  la tenemos muy arraigada y sus orígenes mediterráneos nos lo recuerdan las ceralias y las  fornacalias romanas. Sólo tenemos que comprobar el parecido de los panes actuales con los panes carbonizados que, recién hechos se mantuvieron intactos en las ruinas de Pompella. Lo mismo sucedió con la cubertería  y los utensilios de labranza, unas prácticas agrícolas y culinarias tan lejanas en el tiempo como cercanas aún en nuestras costumbres que nos muestran como determinados hábitos relacionados con la alimentación y sus manifestaciones culturales se han mantenido inalterados a lo largo del tiempo.




[i] El gofio en Roma. Elías Serra Ràfols(1965) Revista de Historia Canaria T30 (1965) n. 149-152.
[ii]Agricultura y Paisaje en Canarias. La perspectiva de Francisco María de León y Falcón. Domínguez Mújica, J. Moreno Medina, C.J., Ginés de la Nuez, C
[iii] Reflexiones sobre los pósitos en Canarias durante la crisis del antiguo régimen: El pósito de Vilaflor. Juan Carlos de la Nuez Santana. Revista de Historia núm.177
[iv] Noticias Históricas de la Parroquia de San Bartolomé de Tejina. Leopoldo de la Rosa Olivera.
[v] Lorenzo Lima, J.A., Hernández González, M.J.Pereira Pacheco, párraco de Tegueste.
[vi] Hernández [Pérez], María Victoria, “La Danza al Gofio (Cho Juan Perenal o Danza del Trigo)”, El Gofio. Un alimento tradicional canario,

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