domingo, 6 de diciembre de 2015

Portugueses en Tejina, en el orígen de nuestra cultura del vino

La presencia portuguesa en Canarias es anterior incluso a la castellana. Las ocupaciones de las
conquistas castellanas en la península provocaron que se retrasase su aventura en el norte de África, y el interés mostrado por Castilla en Canarias fue precisamente para frenar la expansión portuguesa.
Cuando en 1492 se descubre américa y se ofrece a los castellanos una vía rápida de enriquecimiento y ascenso social, Canarias, a pesar de ser nudo de comunicaciones, entre tres continentes, vivió con dificultad su poblamiento. Por este motivo el adelantado se vio en la necesidad de recurrir a portugueses, tanto continentales como procedentes de otras islas ,sobre todo de Azores y Madeira. A pesar del origen judeoconverso de muchos de ellos, el adelantado les protegió de la inquisición. Uno de estos asentamientos son los que fundaron el pueblo de Tejina.
Asenjo Gómez, portugués, recibió una de las datas de agua más antiguas de Tenerife en Tejina. Procedente de Los Realejos de Taoro murió pronto, en casa de su concuño Sebastián Machado, fundador de Tacoronte. Fueron sus hijos varones Bartolomé Gómez y Hernán Gómez los que con políticas matrimoniales adecuadas, y por línea femenina, dieron lugar después de varias generaciones al apellido Suárez de Armas que prácticamente ha llegado a nuestros días. Bartolomé Gómez casó con Juana Perdomo emparentada con Antón Viejo hijo de Inés Suárez Carreño (1), conquistador. Hernán Gómez casó con María de Armas, descendiente directa de Juan Negrín y de las sucesivas  generaciones de Juan de Armas por haber sido reyes de armas de Juan II, rey de Castilla. El matrimonio en 1624 entre Bartolomé González Collazo, hijo de Ana Suárez, descendiente de Antón Viejo, con Catalina de Armas, descendiente de Juan Negrín, dio lugar al apellido Suárez de Armas, en el cual influyó la costumbre que aún se mantiene en Portugal de recuperar primero el apellido de la madre.
Procedían estos colonos del norte de Portugal fruto de la diáspora judía de Portugal como consecuencia de la política iniciada por los Reyes Católicos tras la conquista de expulsión de musulmanes y judíos que no eran convertidos. En las Cortes de Tomar, última ciudad templaria de donde procedía Asenjo Gómez, Felipe II, que fue también I de Portugal estableció, las bases para poder conseguir un equilibrio de gobierno y que consistió prácticamente en mantener dos reinos con un mismo rey. Felipe II (I de Portugal) inició de esta forma la dinastía filipina, los Habsburgo de Portugal, que continuaron Felipe III y IV, donde la macaronesia se constituyó en un mar ibérico el “Mare Clasum” (mar cerrado), con  relaciones cotidianas entre archipiélagos basadas sobre todo en la subsistencia. Mientras Cabo Verde aportaba mano de obra esclava y Azores lo hacía con su excedente de cereales, Canarias aportaba el vino. El pan y el vino fueron siempre elementos imprescindibles de nuestra  dieta. De esta influencia portuguesa nos viene el gusto por el mojo, los potajes, el bienmesabe, los huevos moles, el cabello de ángel, los dulces de calabaza, la labranza por bueyes y del cultivo de vidueños. También es portuguesa  la estructura familiar cerrada donde abuelos conviven con nietos e hijos en lo que constituye una seña de identidad del Norte de Portugal.
En época de Felipe II, la dietética tenía un criterio más holístico que en la actualidad y se incluía toda la experiencia diaria del individuo incluido aspectos morales e intelectuales. El vino podía ser  considerado como una bebida o como un alimento medicamentoso (2) y como tal se decía calientan, enfrían, humedecen o secan, mientras que cuando actúan sólo como bebida se transforman en sangre. Convenientemente diluido se utilizaba para el dolor de cabeza derivado del humor melancólico (depresiones) o simpatía del estómago y ninguno para el dolor de cabeza derivado de la embriaguez. Para la falta de memoria se recomendaba el vino tinto y para el vértigo el vino blanco. Se utilizaba en las convulsiones, odontalgias, halitosis, Para la tos se utilizaba el vino dulce, para la anorexia el vino blanco. Para las náuseas ocasionadas por una destemplanza caliente vino tinto, si la ocasionaba una destemplanza fría, vino blanco. Se utilizaba también para la disentería, para problemas de hígado, caquexia, nefrolitiasis, esterilidad etc.

Comentaba J.A. Anchieta y Alarcó sobre una epidemia que se había producido en Santa Cruz en 1700.
El fue uno [de los designados] y baxaron los médicos de esta Ciudad [de San Cristóbal de La Laguna] y cirujanos, y hicieron poner uno que había muerto aquella madrugada en una casa junto a [la ermita de] Regla; y lo abrieron y hallaron que toda la enfermedad era causa de una carnosidad que se les criaba sobre el higado; y… comenzaron a haserle esperiencias aber con que se pudiera curar, y sólo al tiempo de echarla en vino de malbacía…mudó de color y se reconosió nobedad. A partir de ese momento, aplicaron a los enfermos que vebieran vino de malbasía, con lo que sesó la epidemia”.
En sus orígenes Tejina no tenía agua suficiente para el cultivo de la caña de azúcar pero sí para el cultivo de la viña en regadío como lo demuestra la Viña Grande de Asenjo Gómez que se localizaba en el borde del barranco de las Tapias, lo que conocemos hoy como El Riego. Al principio éramos deficitarios de vino y  llegamos incluso a importarlo de Jerez pero la expansión fue rápida y pronto se necesitó mano de obra jornalera y esclava, comenzando a surgir los problemas de déficit de agua, como lo demuestran los pleitos surgidos con los agustinos por robos de agua por parte de Gonzalo González, suegro de Asenjo Gómez y tutor de sus hijos, sólo resuelto dos generaciones después cuando Inés Gónzález, hija de Gonzalo de Oporto, monja clarisa, llegó a establecer una capellanía mejorando las relaciones con los monjes.
El terreno se fue dividiendo mediante contratos de compactación por la cual los jornaleros recibían parte del terreno cultivado. Según Serra Rafolds (3)  esta aportación portuguesa y europea marcó la diferencia permitiendo que no nos convirtiésemos en una isla del azúcar, de plantadores y esclavos como aconteció en las Antillas. Este campesinado orgulloso de su pequeña hacienda, rehusando el trabajo asalariado y ayudándose unos a otros dio dignidad colectiva a la población rural.
Tres apellidos al que me unen lazos familiares, ejemplifican las relaciones comerciales y culturales de entonces. Los Hernández, descendientes de los Hernández Crespo de Sanlúcar de Barrameda, los Alejos descendientes de los De Vera de Jerez de la Frontera y los González y Suárez descendientes de los Gómez, procedentes del norte de Portugal representan un triángulo comercial entre Canarias, la baja Andalucía y el norte de Portugal basada en la comercialización del principal producto de exportación, el vino de regadío que entonces era el mejor valorado, como hoy en día nos lo recuerda el valle del Douro, el del río Duero a su paso por Portugal.
Como hoy sabemos este vino de regadío tiene el problema de la baja graduación alcohólica para un producto que iba sufrir largas travesías para américa. Este problema se resolvió con la utilización  yeso (sulfato cálcico) que pronto tuvo que ser restringido por razones sanitarias por su transformación en ácido sulfúrico.

Para Tejina esta primera época de asentamiento poblacional fue de expansión económica gracias a las transacciones comerciales a Brasil y Portugal, sólo truncada por las relaciones internacionales cuando en 1640 se rompe la unidad entre los reinos de Portugal y Castilla. Viera y Clavijo lo dejaba claro cuando manifestaba “Golpe tan feliz de la Madera, como infausto para las Canarias”. Se producía la primera gran crisis y veinte años después se fundaba en Tejina el Arca de la Misericordia, la Alhóndiga, como tabla de salvación para la población y en donde destaca la aportación de dos militares, con apellidos portugueses, y entre sí familiares, cuya descendencia está actualmente presente en Tejina,  Melchor Bello Cabral, alcalde en 1638, y Francisco Suárez de Armas, responsable de los embarcaderos de Bajamar y Punta del Hidalgo.

REFERENCIAS:
1.- J.L.Machado. Libro de poblamiento de Canarias.
2.- J.P. Hernández González. Los vinos españoles en el Liber de arte medendi (1564) de Cristóbal de Vega (1510-1573)1. Nutr. Hosp. (2005) XX (1) 58-6

3.- Serra Ráfolds.- “Anuario de Estudios Medievales”, Barcelona, 1968, pp. 409-429


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